Viajeros, Temporada 1, Capítulo 2

Capítulo 2, Educación

Chifri nos contaba que en los recreos, los niños aprenden y juegan ajedrez; aprenden inglés y francés y atienden a los turistas extranjeros que paran a comprar artesanías que confeccionan los lugareños y exhiben en un ¨show room¨ que construyó Chifri para ellos. En un momento de la conversación y mientras nos contaba lo que hacían los chicos, dijo: ¨y si quieren lo religioso, también lo tienen¨. Toda una definición; su preocupación era la educación; la religión un accesorio.

Nos fuimos de Alfarcito con un tsunami en nuestras mentes. Antes de partir le preguntamos cómo podíamos ayudar a la obra; Chifri le dijo a mi mujer que le servirían vídeos para que los chicos puedan conocer el país. Apenas regresamos a casa, mi mujer armó varias clases y se las enviamos por correo. Seis meses más tarde volvimos a visitarlo; el colegio estaba a pleno funcionando y más obras en ejecución; un playón deportivo; la huerta; el galpón para almacenar la papa andina y tantos otros proyectos en marcha. Trabamos una gran amistad con Chifri. A esa altura conocíamos su vida y cómo se había accidentado. Para llegar a los diferentes parajes, inicialmente se movía a lomo de burro; luego comenzó a volar en Parapente porque podía llegar más rápido a esos lugares escondidos entre los cerros. En una oportunidad, un cambio repentino del viento, algo común en zonas de montañas y alturas como esas, Chifri cayó desde 40 metros de altura; salvó su vida de milagro pero sufrió un daño irreversible en su columna vertebral, perdiendo la movilidad de sus miembros inferiores. Los médicos lo condenaron a una silla de ruedas; pero su pasado de deportista y su inquebrantable voluntad, hicieron que pudiera desplazarse con bastones canadienses a fuerza de ejercicios que jamás dejó de hacer regularmente todos los días. Sus amigos de Buenos Aires, le donaron un cuatriciclo y con él seguía recorriendo los parajes perdidos por los cerros.

Salta está de luto por la muerte del Padre Chifri | Nacionales

Recomiendo la lectura del libro DESPUÉS DEL ABISMO; lo escribió para contar su experiencia sobre el accidente y recuperación. La última oportunidad que estuvimos con él, pasamos unas tres horas conversando. Nos contó la historia de un paraje llamado El Rosal, ubicado a unos 15 kilómetros en línea recta desde Alfarcito, pero significan unos 80 kilómetros en vehículo todo terreno por durísimos caminos de ripio y piedra; unas 2 o 3 horas para un experto. Los lugareños de El Rosal le pedían insistentemente la construcción de una pequeña capilla para poder reunirse allí. Fiel a su estilo, Chifri les propuso que si querían una capilla, deberían construirla ellos con materiales del lugar, con su ayuda, claro. Uno de sus asistentes, diseñó una capilla muy sencilla pero con una particularidad: detrás del altar, una gran cruz de vidrio desde la cual se puede ver el pico del Nevado del Acay; uno de los colosos de la zona, que alcanza los cinco mil setecientos cincuenta metros de altura. Realizada en ladrillos de adobe y paja, con techos en madera de cardón cubiertos con adobe; los asientos cubiertos con cuero de ovejas y detalles únicos, la convirtió según él, en la capilla más hermosa que hubiera visto en toda su vida; tal fue el impacto, que fue inaugurada por el obispo de la ciudad de Salta. Estar con nuestro ya amigo Chifri, se había convertido en lo más esperado de nuestros viajes.

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