Viajeros, Temporada 2, Capítulo 6

Capítulo 6, La caída.

Cuesta arrancar un nuevo capítulo diciendo lo mismo; pero teníamos otro día de lluvia por delante. Ahora debíamos dejar el hotel de Humahuaca para internarnos en La Puna. Teníamos reservado un hotel en Abra Pampa; cabe aclarar que en el planteo original, la visita a Iruya debió ser el último paseo; ya no regresaríamos a Humahuaca sino que iríamos hacia Abra Pampa para llegar a última hora del día. En este nuevo escenario, llegaríamos cerca del mediodía y tendríamos tiempo para hacer algún paseo.

Salimos de Humahuaca, apenas una llovizna. Tomamos la RN9 hacia el norte. Ya hicimos este camino dos días antes; pero no se hace monótono, uno no se cansa de andar en moto y menos por la Quebrada de Humahuaca. Teníamos algo más de ochenta kilómetros por delante, aunque no es un trayecto de mucha velocidad; la mayor parte es en subida; entraríamos en el extremo este de La Puna.

El paisaje va cambiando; dejamos atrás la Quebrada de Humahuaca y las zonas sinuosas; aparece el cañadón del Río Tres Cruces al oeste y ya no vemos el Río Grande de la quebrada al este. Luego la planicie y los cerros del Espinazo del Diablo. Pasamos la entrada del Pueblo de Tres Cruces; dejamos atrás la parte más alta que supera los 3700 metros sobre el nivel del mar y la ruta iba descendiendo levemente hasta llegar a los 3500 metros en Abra Pampa, nuestro destino.

El tiempo se presentó frio pero agradable; sol y algunas nubes; el azul del cielo es especial en esa zona. Se notaba que también había llovido allí; de hecho, al salir del asfalto para entrar al pueblo y buscar nuestro hotel, había un gran charco de agua y barro. Traté de pasar por el costado pero sin esperarlo, aparecimos sentados de traste en el suelo, nuestra primera caída.

Me dio mucha bronca, pero mi mujer estaba muerta de risa. Traté de pasar por el borde del charco, pero el barro hizo que la moto patinara como chancho en las baldosas y así debutamos. Hay un dicho que dice, entre los motociclistas hay dos grandes grupos: los que ya se cayeron y los que se están por caer.

Ya más canchero, levanté la moto, nos limpiamos un poco y seguimos hacia el hotel. Sinceramente no nos gustó ni la ubicación ni el aspecto del mismo. Tal es así, que ni nos bajamos de la moto. Recalculando.

Volvimos a la ruta y cargamos combustible. Luego continuamos hacia el norte hasta pasar el pueblo y llegar al cruce de las tres rutas que conducen al oeste. Doblamos a la izquierda. La primera parte era de ripio pero se notaba que hacía muy poco que había dejado de llover.

A solo dos kilómetros y medio, la ruta se divide en tres: a la izquierda sale la RP11 que conduce a Casabindo; al medio, la RP71 que conduce a Cochinoca y Mina Pan de Azúcar y a la derecha, la RP7 que conduce a Rinconada y empalma la RN40 en Liviara; desde allí y hacia el norte, Cusí Cusí, donde se encuentra el Valle de la Luna, nuestro destino.

Doblamos a la derecha por la RP7. Mal comienzo. Había más barro que ripio. Con mucha precaución, fui avanzando por el costado; veía que a pocos metros había una curva bastante pronunciada; tenía la esperanza que al girar el camino se encontrara más seco. No fue así; en el centro el camino tenía grande huellones; no quería rendirme. A marcha lenta, seguí avanzando; cada tanto cambiaba de huella, patinando en cada intento. Hacia adelante se veía una larga recta con el mismo panorama. Seguimos unos minutos avanzando; veía venir a un camión hacia nosotros. Al encontrarlo, le pregunté al chofer como estaba el resto del camino; respondió que se podía pasar; esa no era la respuesta esperada. No tenía sentido seguir. Tardaríamos una eternidad en llegar y no solo eso; seguramente tendríamos varias caídas y además tendríamos que regresar por el mismo lugar.

Decidimos regresar e intentar la RP11 para llegar a Casabindo. Volvimos al cruce; vale recordar que no tenía experiencia alguna en andar en un terreno semejante y menos con equipaje y acompañante.

Al tomar la RP11, el primer tramo estaba en bastante buen estado. Nos entusiasmamos. Las pocas nubes fueron dispersándose y dejaron el cielo prácticamente despejado; se sentía el aire frío pero el sol compensaba. Luego de unos quince minutos, un curso de agua, cruzaba la ruta. Mi mujer sugirió regresar. En mi caso, no quería dejar de intentar pasar y eso hicimos; no caímos. Más adelante, mismo escenario y el camino con más barro. Estábamos a unos 35 kilómetros de Casabindo, pero habíamos consumido como dos horas para hacer 15 kilómetros. No valía la pena. Volvimos hacia Abra Pampa.

Una bendición estar nuevamente en el asfalto. Avanzamos un poco y me tiré a la banquina para conversar con mi mujer. Al bajar del asfalto, entro en un terreno de arena suelta; grité caemos! De pronto, miro por el espejo y vi a mi mujer lanzarse de la moto para quedar parada al costado; por mi parte, fui al suelo con moto y todo. Ella, riéndo; también yo.

Y ahora qué? Decidimos regresar hacia el sur y tratar de parar en Purmamarca. Hacia allá partimos.

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