Capítulo 1, Viajeros.
Con mi mujer hemos recorrido gran parte de nuestro extenso país, teniendo especial preferencia por el noroeste (NOA) y la Cordillera de los Andes. En uno de nuestros viajes, enero de 2010, recorriendo la RN51 en la Provincia de Salta rumbo oeste y en los comienzos de la Puna, paramos en un pequeño puesto denominado Alfarcito. Una pequeña capilla y una obra en construcción como ampliación de un pequeño colegio. Allí y por casualidad, conocimos a un hombre extraordinario, el Padre Sigfrido Moroder, el Padre Chifri, como lo llaman los lugareños. Un hombre algo más joven que yo, quien se desplazaba en esos momentos con bastones canadienses por haber sufrido una lesión en la columna vertebral tras un accidente sufrido con su parapente, quien se prestó a conversar con nosotros y a contarnos sobre la obra que estaba realizando en ese remoto lugar. Se trataba del primer colegio secundario albergue destinado a los adolescentes que viven en puestos y parajes remotos, con el objeto que no deban viajar a las grandes ciudades para tener acceso a la educación secundaria. Tal vez sea difícil entender la importancia de esta obra; para darle contexto, en los cerros del NOA existen puestos y parajes donde sus habitantes crían ovejas, cabras, llamas y vicuñas. Los niños ya de chicos, se convierten en pastores, colaborando con sus familias en arrear el ganado; al llegar la época escolar, deben trasladarse a las grandes ciudades, lo que significa perder contacto con sus familias, pero sobre todo, perder su hábitat para vivir una experiencia generalmente traumática.
Chifri, oriundo de Buenos Aires, formado en las filas del otrora Cardenal Jorge Bergoglio, actual Papa Francisco, hizo sus primeras armas con éste en las villas (asentamientos precarios) cercanas a la ciudad de Buenos Aires, donde se dedicó a estudiar la problemática de los niños que llegaban juntos a sus padres provenientes del interior del país en busca de un mejor futuro. El desarraigo y el fuerte contraste con las grandes ciudades, contaba Chifri, hacía que los niños terminen en ¨malas juntas¨, pierdan el rumbo y caigan en drogas o delincuencia, o ambas cosas. En oportunidad de ser trasladado, eligió la Provincia de Salta y así terminó en Alfarcito.
¨Quiero que los niños reciban la mejor educación¨, nos comentaba y continuó, ¨quiero que sea la mejor educación de Argentina¨. Para llegar a la escuela, los niños deben viajar a lomo de burro 10, 12 horas y hasta un día para atravesar quebradas, ríos, cerros. En la escuela, pasan la semana entera, donde reciben alimentos y todos los cuidados que muchas veces, superan ampliamente lo que conocen en sus precarias casas. La construcción de la escuela, que se inauguró con la primera camada en febrero de 2010, fue realizada con materiales del lugar, entre los que se encuentran el adobe, paja, caña y madera de cardón. Los vidrios fueron donados por una empresa multinacional de telecomunicaciones ya que por un error de cálculo, les resultaron inadecuados para un edificio que estaban construyendo; el acceso al agua lo pudieron materializar gracias a una donación de la empresa Coca Cola.
Los profesionales que trabajaron en la obra, son arquitectos e ingenieros amigos de la infancia de Chifri, todos ad-honorem. Las paredes de la escuela son dobles con un pulmón interno para conservar la temperatura; los techos de las habitaciones y aulas son más bajos que lo normal; se adaptó un sistema de muros negros detrás de las ventanas de vidrio para absorber la radiación solar que se encuentra presente todos los días del año y así poder soportar las bajas temperaturas que azotan al lugar durante las noches, las que están por debajo de los -10° a -15° centígrados; hablamos de un lugar que se encuentra a 2.800 metros sobre el nivel del mar, Quebrada del Toro, una de las más bellas de Argentina. Con ésta construcción y la presencia de los alumnos, se logran temperaturas cercanas a los 18° dentro de las aulas sin calefacción.

